Relato erótico: "Mi perro"

Relato erótico: "Mi perro"

Yo tenía 24 años, era un chico morboso y me gustaba mucho sacar a mi novio esclavo a pasear, como el perro que era.

Mi novio tenía 19 años, era un chico rubio, atlético, bastante alto y tenía un pollón descomunal. Claro que eso último me daba un poco igual a mí, porque la polla que se usaba en la cama era la mía.

Recuerdo una vez que lo saqué de paseo.

Se pasó la tarde en el gimnasio haciendo pecho, biceps y abdominales, para tener los músculos bien cargados de sangre e hinchaditos. Cuando volvió, lo vestí con la ropa de paseo: unas mallas ajustadas de ciclista, bien pegadas a las piernas, y una camiseta que le quedaba un poco corta y muy muy apretada.

Nos metimos en el metro, y ahí empezó lo bueno. Mi esclavo se puso de pié, con una de las barras de agarre al lado, y conmigo detrás. La camiseta le estaba bastante corta, por lo que se le veían algunos de los abdominales marcados, y el resto se intuían súper marcados por la camiseta ajustada. El pecho se dibujaba perfectamente, marcando bien los pezones.

A mí me encantaba esa camiseta, se le veía toda la tripilla sin un vello, con un par de abdominales asomando bien fuertes y duros, cargaditos de sangre y cansados tras la tarde en el gimnasio.

Tras la primera parada, el metro iba bastante lleno. Había un par de viejos y varios sudamericanos que salían del trabajo que lo miraban sin parar. Ahí empecé a pegarme a mi novio, poniéndole mi polla pegada a su culo, mientras empezaba a ponérseme dura. Me encantaba que nos miraran y supieran lo zorra que era mi esclavo.

No tardó mucho en empezar a empalmarse. Ya marcaba a tope su pollón descomunal sin estar empalmado, pero a partir de ese momento fué totalmente evidente que se encontraba en una erección, con un bulto que sobresalía varios centímetros de los leggings de ciclista, marcando perfectamente la forma del glande empalmado y los cojones hinchados. Sus piernas eran muy bonitas, muy fibrosas y marcaban los músculos a la perfección.

Pero la gente miraba su polla. Los sudamericanos estaban flipando, todos callados y mirando el pollón de mi esclavo marcando. Yo sabía que él estaba avergonzado y muy excitado, así que continué restregando mi polla por su culo con mis pantalones, aunque a mí el resto no me veía.

La cara de mi novio era un poema, era muy divertido verlo sufrir y gozar, mientras el viejo ignoraba a su mujer muerta de vergüenza y le miraba la polla a mi novio con unos ojos como platos.

Uno de los sudamericanos hizo una foto discretamente, pero a mí me la sudaba. En la siguiente parada subieron unas chicas, y vieron el percal. Empezaros a reirse, pero una de ellas se quedó hipnotizada.

Pasamos media hora de ida y otra media hora de vuelta, y al final los leggings estaban mojados del precum de mi esclavo, con toda la punta de la polla chorreando de líquido preseminal y marcando una mancha negra en los leggings azules.

Cuando nos bajamos, le agarré el pollón a mi novio, y lo bajé del metro sujetándolo por ahí. Me encantó que todos supieran quién mandaba ahí.

Mi novio después me dijo que era un cabrón, pero primero me lo follé al llegar a casa como nunca. Creo que no me he corrido más en mi vida, le llené la boca de una lefada de al menos medio vaso.

De vez en cuando lo hacemos de nuevo, guardo con cariño los leggings y la camiseta corta. De vez en cuando se los pongo en la mesa del salón, y cuando los ve antes de irse al gimnasio, ya sabe que esa tarde toca pasear.